lunes, 17 de octubre de 2022

Domingo de la XXIX Semana del Tiempo Ordinario, Ciclo C, 16 de octubre de 2022


XXIX Domingo de Tiempo Ordinario – Ciclo C
16 de octubre de 2022
Éxodo 17, 8 - 13 "Moisés sostuvo los brazos hasta la puesta del sol" 
Salmo 121, 1 - 8 "El auxilio me viene del Señor"
II Timoteo 3, 14 - 4, 2 "Proclama la Palabra a tiempo y a destiempo"
Lucas 18, 1 - 8 "Parábola de la viuda y el juez"

En el mundo actual enfrentamos una pandemia que casi está finalizando, pero que hizo estrategas en un mundo que se creía muy seguro e imbatible, y vino a develar falencias graves en su situación social, económica y política. Estamos a las puertas de una recesión que vendría a aumentar la penuria del pueblo. Por si eso fuera poco, hay muchos conflictos bélicos entre los que sobresale la guerra en Ucrania con un peligro de agravarse por la utilización de armas nucleares. La migración continúa acrecentándose. La polarización de las posiciones ideológicas se ha agudizado, la galopante corrupción hace presa de muchos países empobreciendo a los más pobres… en fin. Frente a esto el pueblo está sumido en una sentimiento de impotencia y lo único que le da aún cierta esperanza es levantar los ojos al cielo y clamar a su Dios.  

Este desaliento puede llevar a perder la confianza, la fe en Jesús y en el Dios que invoca y vive como Padre y Creador. Está entrando en una dinámica de duda sobre si esto del Reino vale la pena. No nos tenemos que sorprender porque ya le pasó a los apóstoles cuando subían con el mismo Jesús a Jerusalén.

La viuda del trozo evangélico de hoy, que es el que narra Jesús a sus abatidos discípulos, es figura del estamento más desamparado; describe la situación límite del pueblo que exige justicia a sus dirigentes, aún cuando éstos, representados por el juez injusto, se la hayan negado sistemáticamente, y que, a pesar de las difíciles condiciones de vida, se mantiene firme en la fe y en la esperanza, pues tiene el convencimiento que Dios está de su parte y le acompaña en sus fatigas; la insistencia vence la resistencia del juez injusto.

Así pues, la parábola tiene dos protagonistas:  la viuda con la perseverancia de la súplica, y Dios con la manera de proceder ante nuestros ruegos. Si este juez perverso se deja convencer por los ruegos de una viuda a pesar de su egoísmo, cuanto más nos atenderá Dios que es un Padre bondadoso.

Orar no son momentos, es una actitud de vida, un modo de estar en la vida, por supuesto que se explicita en tiempos, pero hay que andar con mucho cuidado con los dualismos, vida que queremos y deseamos que “siempre” este referida al Padre, que sea una vida vivida en su ámbito compasivo. En Ignacio de Loyola “siempre” es “todo”, nos dirá “en todo amar y servir”, “el amor más en las obras que en las palabras”, “todo desciende de arriba”, “todo es don y todo es gracia”.

La petición de las peticiones es pedir insistentemente fortaleza al Espíritu para no desfallecer, entonces descubrimos y experimentamos que El es “inagotable” porque siempre mira por nosotros. Pedir el Espíritu de su Hijo es pedir fortaleza para seguir generando vida, no es pedir que se acabe la injusticia en abstracto, sino que nos de fortaleza para no ceder ante ella y luchar. No es pedir en abstracto por los pobres y enfermos sino pedir fortaleza para aliviar y consolar… Porque nosotros nos agotamos, perdemos confianza, tenemos que estar siempre referidos a la Fuente de la Vida Inagotable.

La petición a la que nos invita Jesús es toda una vida, ¿encontrará esta fe en la tierra, el Hijo del Hombre cuando vuelva? Vamos a pedir que estemos despiertos y vigilantes.

Nos invitas a orar, Jesús.
Nos invitas a tener fe.
Nos invitas a pedir lo que queremos, 
a expresar nuestros deseos.
A veces son claros, pero 
en tiempos complejos
sólo podemos decir
que se haga tu voluntad.
¿Qué sabemos de lo que ocurrirá mañana?...
¿qué sabemos nosotros del futuro?
Cada día es distinto y cada día
nos surgen nuevas necesidades y deseos.

Ayúdanos, Señor, 
a sentir de verdad que
nuestros mejores deseos
han de ser siempre
que se haga tu voluntad,
porque solo con ella
podemos ser felices y vivir en paz.

Aumenta nuestra fe, Señor,
porque nosotros podemos
hacer muchas cosas,
como Ignacio nos indicaba,
luchar y trabajar mucho
creyendo que mucho
depende de nosotros,
y orar todo el tiempo
porque sabemos que al final,
todo depende de Ti, mi Dios.

Amén