domingo, 10 de marzo de 2019

III Domingo del tiempo Ordinario Ciclo C - 27 de enero de 2019

Nehemías 8,2-6.8-10: Leían el libro de la Ley
Salmo 18: Tú tienes, Señor, palabras de vida eterna
1 Corintios 12,12-30: Ustedes son el cuerpo de Cristo
Lucas 1,1-4; 4,14-21: Hoy se cumple esta escritura

Después de haber “calentado motores” los dos domingos anteriores con el bautismo de Jesús y las bodas de Caná, hoy la liturgia nos sumerge ya en el Evangelio de Lucas y empezamos el camino de conocimiento de Jesús con ojos lucanos.
Para ello, la liturgia nos presenta en primer lugar, el libro de Nehemías que nos narra una lectura pública y solemne del libro de la ley de Dios, el que nosotros los cristianos llamamos Pentateuco y en cambio los judíos designan como "Toráh" y que se traduce al castellano como Ley. Este hecho sucede a finales del siglo V a.c.; los judíos, que hace pocos años han regresado del destierro en Babilonia, a duras penas han logrado reconstruir el templo, las murallas de la ciudad y sus propias casas. Les hace falta urgentemente una norma de vida, una especie de "constitución" por medio de la cual puedan regirse en todos los aspectos de la vida personal, social y religiosa. Esdras, un líder carismático, respetado por todos y considerado levita y escriba, es decir, sacerdote y maestro, les da esa ley, esa constitución que necesitan, proclamando solemnemente, ante todo el pueblo reunido, la santa Ley de Dios. Escuchamos como respondió la gente: se comprometió a cumplirla y guardarla, llorando sus infidelidades y, a instancias de sus líderes, celebrando una fiesta nacional: la fiesta de la promulgación de la Ley divina. Desde ese remoto día, quinientos años antes de Jesucristo, hasta hoy, los judíos ordenan sus vidas según los mandatos de la Toráh o Pentateuco.
Lucas, por su parte, sitúa en el inicio de la vida pública de Jesús de su evangelio, esta escena que acabamos de escuchar, como un inicio programático que contiene ya, en germen, simbólicamente, toda su misión: Él tiene conciencia que es el escogido del Señor desde su bautismo, el llamado; pero, como vimos al analizar hace unos domingos el concepto de bendición sobre María, la bendición implica el llamado y el derroche de gracia del Espíritu sobre la persona, el ser ungido, para cumplir una misión; en el caso de Jesús la misión es llevar a los pobres la buena nueva, anunciar a los cautivos su liberación y la curación a los ciegos, dar la libertad  a los oprimidos y proclamar el año de gracia del Señor.
Jesús, cabeza del nuevo pueblo de Dios, no se presenta como un nuevo y poderoso Rey David, ni como el sabio Salomón, que fueron ungidos por hombres, sino como el Siervo ungido por el Espíritu; además, Jesús no ha venido a leer la Ley, vino a encarnarla, a hacerla vida, no vino a predicar cosas lindas, vino a hacer la voluntad del Padre; Jesús no vino a predicar el infierno, vino a abrir las puertas del cielo a todos. Su grandeza no se fundamenta en que era el mejor predicador, los había más sabios, sino en que vive lo que dice, su grandeza está radica en sus obras, orientadas a los que más lo necesitan.
La Carta a los Corintios, por su parte, nos compara a un cuerpo, somos el cuerpo místico de Cristo, y Él es nuestra cabeza, el que nos dirige, a quien seguimos. Cada uno de nosotros debe cumplir su “bendición”, su misión según su llamado y con la fuerza del Espíritu, según los criterios de la cabeza, Jesús.
Estamos en época de elecciones y los charlatanes, los políticos, un gobierno que no duda en violar la Constitución para alcanzar sus nefastos fines, el Pacto de Corruptos, los narcopredicadores, los que quieren beneficiarse a costa del pueblo, van a ofrecernos el sol, la luna y las estrellas, van a contarnos visiones. Pero, a partir de este pasaje del Evangelio, nosotros, cuerpo místico de Cristo, debemos ser como al antiguo pueblo de Diosa duras penas hemos logrado reconstruir nuestra Guatemala después del fratricida Conflicto Armado, y los conatos de tiranía, la corrupción, los falsos profetas, la están destruyendo de nuevo. Como aquel pueblo, tenemos que tener nuestra mirada fija en Jesús, escuchar su Palabra y estar totalmente dispuestos a cumplirla y guardarla, llorando nuestras infidelidades, cada quién desde su misión, sabiendo y repitiendo con el salmo “Tú tienes, Señor, palabras de vida eterna”.
Esta misión no se trata de de "hacer caridad" a los pobres, sino de inaugurar el orden nuevo, integral, una nueva realidad de justicia y fraternidad, sin corrupción y violencia, que permita hablar de una liberación real... Es importante caer en la cuenta de que muchas veces que se habla de opción “preferencial” por los pobres se está claramente en una mentalidad asistencial, muy alejada del espíritu de Jesús, pero muy conveniente para tranquilizar conciencias burguesas. Ser cristiano, pues, será «vivir y luchar por la Causa de Jesús», sentirse llamado a proclamar la Buena Noticia de la Liberación con la vida, como Jesús, la "Buena Noticia" tiene que ser «buena», tiene que ser «noticia» y tiene que ser anunciada con nuestra vida.
Así pues, hoy tenemos que iniciar un nuevo estilo de vida, un nuevo estilo de vivir como Cuerpo Místico de Cristo, hoy es el momento de llorar nuestras infidelidades y estar dispuestos a cumplir y guardar la voluntad de Jesús. Hoy es el momento de iniciar nuestra lucha por una nueva realidad para Guatemala, liderada por verdaderos cristianos que siguen a su Cabeza, Jesús, quien tiene palabras de Vida eterna, sin echarnos para atrás, como lo harán sus conciudadanos la semana entrante, porque seguir a Jesús es un reto que vale la pena, vale la vida entera, la vida eterna.

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