domingo, 10 de marzo de 2019

Miércoles de Ceniza Ciclo C - 6 de marzo de 2019

Jl 2,12-18: Rasguen sus corazones
Salmo 50: Misericordia, Señor, hemos pecado
2Cor 5,20–6,2 Reconcíliate con Dios
Mt 6,1-6.16-18: Tu Padre te lo pagará

Iniciamos hoy el tiempo de Cuaresma, palabra que proviene del latín tardío “quadragesima”, significa 40 días, un número que no fue escogido al azar para este período de reflexión que se prolonga hasta el Domingo de Ramos, 14 de abril, después de lo cual iniciaremos la Semana Santa.
El número 40 aparece en más de cien ocasiones en la Biblia y en momentos claves:
·        Cuando Dios envió el diluvio, «cuarenta días y cuarenta noches estuvo lloviendo sobre la tierra».
·        Cuando Moisés guio al pueblo de Israel durante 40 años por el desierto hasta la Tierra Prometida y…
·        Cuando el mismo Moisés pasó 40 días de oración en el monte Sinaí antes de recibir las Tablas de la Ley.
·        También de Moisés cuenta la Biblia que vivió 120 años, una vida que San Esteban dividió en tres etapas:
40 años en Egipto, 40 como pastor en la tierra de Madián y 40 años de travesía por el desierto.
·        Cuando los 12 espías de Israel exploraron la tierra de Canaán durante 40 días.
·        Los que cometían un exceso y eran castigados no debían recibir «en ningún caso» más de cuarenta azotes «para evitar que aquel compatriota sufra un castigo demasiado duro y se sienta humillado», según el Antiguo Testamento.
·        Cuando Goliat desafió a los israelitas por espacio de 40 días hasta que fue vencido por David.
·        David reinó 40 años, el mismo tiempo que su antecesor Saúl y que su hijo Salomón.
·        Cuando el profeta Elías pasó 40 días en ayunas en el desierto hasta encontrarse con Dios en el monte Horeb.
·        Jonás anunció que Nínive sería destruida a los 40 días.
·        Cuando Jesús fue presentado en el Templo a los 40 días de su nacimiento tal como mandaba la Ley.
·        Cuando Jesús pasó cuarenta días en el desierto y, …
·        cuando, tras su crucifixión, el tiempo en el que se apareció a sus discípulos fue precisamente de 40 días antes de la Transfiguración.
Por tanto, es un hecho evidente que el sentido del número 40 se halla en la base del Antiguo y del Nuevo Testamento. No se trata, pues, de un simbolismo secundario, sino constitutivo.
Cada vez que percibimos a Dios como distante, podemos estar seguros de que no es Dios quien se alejó, sino que nosotros, su pueblo, los que nos alejamos y no somos dignos de esa relación íntima. De allí que el sentido bíblico más antiguo del 40 es el que nos presentó Joel en la primera Lectura: frente a ese alejamiento de nuestra parte, Dios, por amor, toma la iniciativa y nos ofrece un tiempo (cuarenta) durante el cual ejerce su fuerza con vistas a nuestra conversión, a nuestro retorno; los cuarenta días son, pues, un tiempo de gracia, de acción poderosa de nuestro Dios sobre nuestras existencias, un regalo que recibimos de su bondad, no un castigo, no un sacrificio estoico de nuestra parte para expiar nuestros pecados, sino el adoptar la actitud existencial necesaria para poder escucharlo y experimentarlo, para aprovechar ese tiempo de gracia y regresar a Él. Cuarenta representa el concepto de renovación: un nuevo comienzo, de libertad. Cuarenta significa que algo puede tener el mismo aspecto antiguo en su superficie, pero su esencia es totalmente nueva, como dijo Mateo en el Evangelio que escuchamos: no para que lo vean los demás, sino algo que se vive y experimenta en lo más profundo de nuestro ser. Así debemos ser nosotros al final de esta Cuaresma, unas criaturas iguales pero nuevas, liberadas de la esclavitud del pecado, renacidas y unidas existencialmente a nuestro Dios.
La duración de nuestra Cuaresma tiene también su origen, sin duda, a parte del símbolo fundamental del 40, en los acontecimientos del éxodo que van unidos a ese 40. Estos acontecimientos fueron una transformación para pueblo judío; pasaron de estar arraigados a la mentalidad esclava de Egipto, a una que entiende la verdadera libertad. Dios pasó por su historia y les liberó.
La Pascua, al final de este tiempo, es el día de renacimiento espiritual, de la liberación después que Dios pase por nuestra historia. Es decir, es el día en que un "nuevo tú" nacerá. Así que el día de hoy, Miércoles de Ceniza, marca la concepción del "nuevo tú" espiritual que nacerá a una nueva vida, a una resurrección, en la Pascua. El desarrollo necesario para construir una nueva persona comienza hoy, disponiéndonos a experimentar el paso transformador de Dios por nuestras vidas.
La pedagogía de la Iglesia nos ofrece este tiempo para experimentar de manera intensa esa acción de Dios en nosotros, de manera que sea un momento oportuno para vivir con más hondura la misericordia de Dios en nuestras existencias. Los cuarenta días que hoy comienzan, son la invitación concreta a experimentar la acción del Padre Misericordioso que nos sigue dando posibilidades para volver a comenzar en la vida. La Cuaresma es tiempo de misericordia. Es un tiempo y es una pedagogía propicia para sentir que Dios apuesta y cree en nosotros. El buen Padre Dios nos invita, desde hoy, a desandar el camino recorrido para volver a comenzar, es el tiempo oportuno para acoger el llamado que Pablo nos hace en la Carta a los Corintios a no desperdiciar este tiempo oportuno, este regalo de nuestro Dios
No es una tarea fácil, pero Jesús nos va mostrando el camino, nos va indicando la manera de proceder, nos regala las pistas para que todo hombre y mujer que abraza su propuesta, viva según el corazón de Dios. ¿Estamos dispuestos a iniciar este itinerario de fe con apertura de corazón y con una actitud de vida acorde a las exigencias de Jesús y del Evangelio? Iniciemos ese camino repitiendo las palabras que pronunciamos en el Salmo: “Misericordia, Señor, hemos pecado” y experimentemos en nosotros la acción misericordiosa de Dios, con ello hoy empecemos a construir una nueva persona que renazca en la Pascua.
Así que meditemos ahora, mientras nos acercamos a la imposición de la ceniza, ¿quién me gustaría ser dentro de 40 días? ¿Qué tengo que dejar y que mejorar? Dediquemos este tiempo de la imposición de ceniza a visualizar nuestro "yo" ideal. Una vez que hayamos definido ese "yo" ideal, tratemos de describir a esa persona con la máxima cantidad de detalles posible. Porque si no sabemos a dónde estamos tratando de ir, no llegaremos a construirlo nunca. Articulemos algunos objetivos concretos. Ese es el primer paso para un cambio permanente hacia el bien, hacia el ideal de Jesús.

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